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Capilla San Jeronimo, El Templo De La Vieja Frontera (Monumento Nacional)

03/04/2019

En esta ocasión tendrás más texto que nunca que leer, quise resumirlo, pero es imposible. Hablamos de un sitio donde conviven militares, gauchos, aborígenes, criollos e inmigrantes, donde soldados protegen un santo temiendo que se lo arrebaten, y donde se asesina a un líder militar. Todo eso en torno a la historia de la capilla. Así que te aconsejo te dotes de paciencia y no te pierdas una línea. Después me contas si valió la pena.

Los gauchos cabalgan a paso lentos, más allá de la frontera, internándose tierra adentro, en la parte más vacía del mundo que conocen. Los rodea la absoluta nada. Solo se escucha la voz del viento, arrastrándose a ras del suelo, moviendo el pasto seco. La tierra y el cielo son verdaderos océanos donde la pupilas navegan en busca de una costa, y la única variable que detectan en su andar, es la ubicación del sol y las estrellas. Viajan en el reino de la más absoluta soledad. Una soledad que se puede tocar, ver y oír, que los acompaña con una fría sonrisa, buscando ahogarlos en la desesperación. Se sienten diminutos, frágiles e insignificantes, y no se equivocan. Detrás quedó el último poblado, una mezcla de ranchos y chozas, que rodean a la inmensa capilla de San Jerónimo. Un poblado donde militares, aborígenes, criollos e inmigrantes, conviven en relativa paz, en el último pueblo, el de la frontera, San Jerónimo del Sauce.

En esta ocasión te dejo una copia de un fragmento del libro Raíces de San Jerónimo del Sauce, de Roberto Lance y Juan Carlos Pedroni.

La primera capilla fue muy rudimentaria, se construyó conjuntamente con los ranchos y chozas que dieron origen al poblado; se edificó en la manzana 69 (plano antiguo), o 72 (plano actual), a 120 metros al este del cementerio. El documento más antiguo encontrado al respecto data del 20 de octubre de 1.825, es una orden de pago por paja para el techo, por lo que se deduce que la misma fue tipo rancho con paredes de barro y techo de paja; finalizados los trabajos se realizó la correspondiente bendición y se habilitó el 8 de noviembre de 1.826 según recibo firmado por los Sres. Santiago Cabrera y Domingo Guzmán “por el canto que hicimos en la colocación de la capilla del Sauce”. La comunidad de San Jerónimo del Sauce carecía de sacerdote estable, la Capilla era atendida periódicamente por frailes del convento San Carlos de San Lorenzo.

A mediados de la década de 1.830 comenzó la construcción del actual templo, sus anchos muros que tienen aproximadamente 85 cm. de espesor, se realizaron con adobes amasados a unos 800 metros al norte de la Capilla, por los que se pagaron a Marcos Vera en Marzo de 1.836 a razón de cuatro pesos el millar 42.000 adobes. Se revocó totalmente en barro, sus rusticas aberturas del coro, puerta al campanario y tirantería de la techumbre se labraron totalmente por manos criollas y aborígenes. Entre los aborígenes que trabajaron en la construcción de la Capilla, se destacó “el indio Panta”, de gran porte y físico privilegiado, que tenía la particularidad de andar siempre descalzo. Cuando se construyó la espadaña (pared de frente con aberturas para las campanas), Panta demostrando todo su poderío boleaba los ladrillos hasta esa altura ante el asombro de todos; los adobes tenían 40 cm. de largo x 40 de ancho, y un espesor aproximado de 9 cm.

La Capilla es de nave única, rectangular, con techo a dos aguas de tejas que sobresale de la nave conformando un nártex cobijo que alojaba un balcón y prolongaba el piso del coro, el cual es soportado por vigas labradas a mano que descargan en canecillos de volutas también de madera. En la pared oeste, el coro presenta una pequeña ventana con postigos y barrotes de madera, al igual que la pared opuesta que posee también una puerta con escalera exterior de ladrillos que lleva al techo del campanario. El resto de la estructura no presentaba aberturas al exterior, los ciegos muros se explican por la constante amenazas de incursiones montaraces, ataques, posibles tormentas, etc. Este tipo de estructuras fue una constante en las iglesias de la época, a ellas acudía el pueblo ante cualquier signo de peligro, basándose en su gran solidez. La pared sur presenta un testero recto con una hornacina central con capacidad para una imagen, por sus dimensiones no era para el Santo Patrono, el mismo se entronizó a la derecha de altar sobre una sólida mesa de madera. En la fachada se construyó una espadaña sobre el saledizo, con aberturas individuales para tres campanas, una central y dos laterales más pequeñas; el frontón remata a su vértice con una pequeña pilastra que soporta una cruz de hierro forjado. No se puede precisar con exactitud la fecha de habilitación, se presume según documento encontrado referente al pago del maestro carpintero por tareas realizadas en la Capilla del Sauce 1841.

Cabe destacar que el pueblo no tuvo sacerdote estable hasta 1.857 con la llegada de Constancio Ferrero, franciscano del Convento de San Lorenzo. El templo fue objeto de una importante refacción en 1.929 que cambio sustancialmente su aspecto vetusto. En su pared oeste se abrieron cuatro ventanales con arco para mejorar la iluminación, y en la pared opuesta en su parte media una puerta de dos hojas (chapa-hierro) también con arco que da al patio interior delimitado por la habitación para el sacerdote al norte y la sacristía al sur. Agregaron el retablo, construyeron su base con ladrillos que soporta dos columnas imitación mármol que enmarcan la hornacina central; en la base de ladrillos en su parte media superior (mesada) se lee claramente el nombre del constructor y la fecha de realización del trabajo (año 1.929 – Antonio Rozek constructor). La refacción incluyo también el cambio de piso, se quitaron los ladrillos de barro cocido, siendo reemplazados por baldosas con dibujos de varios colores (con guarda perimetral); las paredes interior blanqueadas en cal se pintaron con sistema de plantillas como un claro ejemplo de la influencia inmigratoria, conformando guardas en las columnas, arcadas de puertas y ventanales, etc. La puerta de acceso al templo que estaba ubicada en la parte posterior del nártex fue retirada, cerrando la capilla al frente con la actual puerta labrada procedente de la Colonia San Jerónimo. La vieja escalera de madera que llevaba al coro, se sustituyó por una metálica de forma helicoidal similar a las empleadas en la construcción de viviendas de campo de esa época en la zona. A partir de marzo de 1.988 se realizaron nuevos cambios con el objeto de transformar el aspecto de la Capilla para que tome su antigua fisonomía, y que hoy podemos apreciar: el piso con baldosones rojizos y las paredes del interior nuevamente blanqueadas.

Cabe destacar que esta Capilla en sus albores era única en la región, por lo que se constituyó en centro evangelizador, irradiando la Palabra de Dios en lo que virtualmente era un desierto; debió ser compartida por militares, criollos, y aborígenes; en sus libros se anotaron nacimientos, casamientos, defunciones… ocurridos en la zona, a esto se sumó un nuevo grupo étnico, los inmigrantes de las nacientes colonias agrícolas que en su gran mayoría eran católicos, que al sumarse a los ya existentes dio como resultado una verdadera simbiosis cultural. Con el paso de los años y por decreto del Obispado de Santa Fe, los sacerdotes de la “Colonia Indígena del Sauce” a partir del mes de junio de 1.878, debieron atender las nuevas colonias de Santa María y Pilar, y fue Fray Marino Macagno que a bordo de una volanta, obsequio de don Guillermo Lehmann, comenzó a cubrir semanalmente esa atención espiritual, como prueba fehaciente de la gran obra evangélica; muchos son los hechos y constancias con peso propio que determinaron con el tiempo que por decreto Nº 2938/83 en el mes de noviembre de 1.983, el Templo fuera declarado Monumento Histórico Nacional, como corolario de un largo y fructífero camino recorrido.

Sacerdotes que ejercieron su ministerio en San Jerónimo del Sauce – 1.857 – 1.896 1.857-1858 Constancio Ferrero (primer sacerdote estable). Rafael Luquesi o Lucchessi Fortunato Marqui o Marchi 1.858-1.862 Silvestre Tropini Hermete Constanzi o Costanzi 1.862-1.869 Bernardo Arana 1.869-1.869 Agustín Bertaccia o Bertacca 1.869-1.870 Pedro María Patricio de Ormaechea u Hormaechea 1.870-1878 Vicente Caloni 1.872-1878 Irineo Cicchi 1.878-1886 Marino Macagno 1.886-1.890 Sin sacerdote 1.890-1.890 Francisco Guazzotti 1.890-1.896 Sin sacerdote 1.896-1.896 José Imboden Posteriormente la Capilla careció de sacerdotes estables. Cabe destacar que antes de establecerse los sacerdotes en San Jerónimo del Sauce, el abipón Bonifacio Álvarez, nacido en San Jerónimo del Rey, se encargó de los bautismos y de la transmisión de la doctrina cristiana, recibiendo del gobierno pago por las tareas de “sacristán y doctrinero”, oficiaba además como soldado, era Sargento 1º del Cuerpo de Lanceros; contrajo matrimonio con María Casco. Falleció a los setenta años, en 1877.

A partir de 1856 y por varios años, los católicos de la colonia Esperanza asistían periódicamente a los oficios religiosos celebrados en la Reducción de San Jerónimo del Sauce, pues era la única Capilla de ese culto en aquella vastedad. Los ancianos y los niños se trasladaban en chatas de cuatro ruedas sin bordes ni barandas; los ejes de algunas de ellas eran de madera dura y las ruedas estaban construidas con troncos serruchados, que al marchar, “parecían silbar”. . . Las mujeres y hombres caminaban, y algunos viajaban a caballo. Generalmente partían al amanecer, dirigiéndose al El Sauce a campo traviesa; en aquel entonces, grandes extensiones de tierra no tenían cerco alguno, sólo pastizales y matorrales de paja brava matizaban el paisaje; de lejos se escuchaba el rechinar de los carros, y los colonos al oírlos, se sumaban presurosos. La caravana pasaba por terrenos de Las Tunas y San Jerónimo, sumando nuevos inmigrantes que arribaban a poblar el territorio. Al llegar a destino, agrupaban los caballos -al borde de la plaza- frente a la Capilla para que se alimenten, unidos por una larga cuerda; en invierno transportaban pasto en las chatas para utilizarlo como ración. Finalizado el oficio religioso, almorzaban, preparaban los carros e iniciaban el viaje de regreso.

Retomo yo, Rafael Theller el texto para anexar una curiosidad y un hecho lamentable que ocurrió a los pies de la sagrada construcción.

EL SANTO:
La mayoría de sus pobladores provenían de la antigua Reducción Jesuítica San Jerónimo del Rey (actual Reconquista) de donde trasladaron su Patrono “San Jerónimo” -talla en madera policromada- que dio nombre a la nueva población: San Jerónimo (por el Patrono), del Sauce (por el lugar). Se dice que la ciudad de Santa Fe, reclamaba la figura como propia y amenazaba con enviar a buscarla, motivo por el cual, por mucho tiempo, miembros del escuadrón militar de Los Lanceros del Sauce, custodiaban fuera de la capilla día y noche, para evitarlo.

LA MUERTE DE UN GRANDE:
Es la noche del 16 de octubre de 1869, cuando un viejo cacique de 55 años, el Teniente Coronel Nicolás Denis, amigo de López, participe de las batallas de la guerra civil y contra los aborígenes rebeldes, protector de las nuevas colonias, yace en su cama enfermo. Es una noche de llovizna. De repente fuera de su hogar estallan los gritos que piden por él. Colonos sancarlinos, desean vengar la muerte de cuatro integrantes de la familia Lefevre, dueños de una pulpería en San Carlos. Denis es el único hombre en todo el pueblo, el resto se encuentra en los fortines o cazando. Los perros ladran, aúllan tratando de espantar a la muerte. Un viejo caballo relincha. Golpes y más golpes sobre la puerta acompañan al griterío. El viejo cacique, un héroe provincial, toma la decisión mas acertada, tratar de huir para no derramar sangre. Huye de su vivienda, atraviesa un tapial roto y en el patio a un lado de la iglesia, los estallidos ahogan los sonidos de la noche. El Teniente Coronel, sobreviviente a decenas de batallas, cae sin vida, a los pies de la capilla que tantas veces lo ha visto ir y venir. Los asesinos huyen. Una mujer que trató de ayudarlo, yace muerta por los mismos agresores. Una niña rubia, de piel blanca y ojos de cielo, que el rescatara mucho tiempo antes, es la primera en llegar. La muerte sonríe alegre, hoy arranca a la vida a un héroe, a un hombre como pocos volverá a haber en la provincia.
Una muerte que llevara a enfrentar los ejércitos de dos poblados vecinos, y que obligada a un presidente de la nación a viajar a la región, pero esa, es otra historia.

(*Luego del crimen se comprobó que los asesinos eran unos gauchos matreros, pero hasta el día de hoy se discute la responsabilidad o no de Denis, por darles cobijo en la población)

Rafael Theller

Por último, el mal estado interior de la capilla se debe a que desde que se declaró monumento nacional, nadie puede tocarla mas que la nación, y si, como pensas, ni este gobierno, ni el anterior, hicieron nada por ella. (no hago política, solo reflejo una realidad)

FUENTE Y FOTOS: SIGUIENDO CAMINOS